sábado, 8 de enero de 2011

¿Qué es la Arqueoastronomía? (1ra. Parte)

Atendiendo al pedido de muchos lectores del blog que me han pedido precisiones con respecto a algunos “tecnicismos” que usamos permanentemente, trataré de complacerlos en los siguientes artículos que tratarán de Arqueoastronomía, Etnoastronomía y Astronomía Cultural.

La palabra “Arqueoastronomía”, pese a no ser nueva (hace más de 40 años que se usa), todavía no aparece en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española y sigue siendo un término poco conocido por el ciudadano común y corriente.

En realidad, es la combinación de dos palabras: arqueología y astronomía y se refiere, dentro de su amplio campo de definiciones, al conocimiento astronómico que tuvieron los pueblos antiguos expresados en las construcciones de sus templos y otras edificaciones principales, alineadas con objetos celestiales como el Sol, la Luna y las estrellas; y que hoy en día están siendo estudiados por especialistas.

La preocupación por este nuevo campo de estudio deriva de la necesidad de la arqueología por vincularse con otras ciencias como la astronomía para dar una explicación cabal a sus preguntas. La arqueoastronomía se puso en boga en las últimas décadas a raíz de interesantes descubrimientos que no pudieron ser explicados solamente con los métodos de la arqueología. Sin embargo, hace más de un siglo que se habían puesto las bases de su estudio.
En efecto, hacia fines del siglo XIX, el científico y astrónomo inglés J. Norman Lockyer (1836-1920), fundador de la célebre revista británica “Nature”, escribió un libro que ahora es todo un clásico: “The Dawn of Astronomy” (El Amanecer de la Astronomía) en 1894, convirtiéndose así en el padre de la arqueoastronomía. Lockyer había descubierto en Egipto la relación que existía entre los templos solares y su función como observatorios astronómicos. Más tarde descubriría también que Stonehenge estaba orientado hacia la salida del Sol en el solsticio de verano.
Pese a sus revolucionarios descubrimientos no fue tomado en serio. En parte, debido a las estrictas metodologías que exigía la comunidad científica inglesa; y en parte, por los prejuicios de la época.
En ese entonces, todos esos estudios se consideraban como “rarezas” o extravagancias propias de anticuarios (así se llamaba a los estudioso de restos arqueológicos) o de aventureros sedientos de notoriedad.

Tuvo que pasar más de medio siglo para que un grupo de investigadores modernos iniciaran una nueva ola de estudios y publicaciones. Entre ellos, Alexander Thom (1894-1985), un ingeniero y arqueólogo aficionado escocés que identificó orientaciones solares y lunares en sitios megalíticos de Gran Bretaña poniendo en el tapete la existencia de calendarios muy antiguos.
Otro personaje fue Gerald S. Hawkins (1928-2003), un astrónomo inglés que trabajó en Boston, USA, y que en 1965 publicó su polémico libro titulado “Stonehenge Decoded” (Stonehenge Decodificado), analizando con una computadora el enigmático lugar y proporcionando nuevas evidencias de sus relaciones astronómicas.
El libro había provocado la reacción de la comunidad científica que lo combatió abiertamente mientras que el libro alcanzaba grandes éxitos en ventas y era considerado todo un “best seller” por su popularidad. Fue Hawkins el que acuñó el término “astroarqueología” que después fue transformado en “arqueoastronomía” y con el que se conoce actualmente.
En el campo de los estudios “marginales” o pseudo científicos como la ovnilogía o ufología, se usa todavía el término astroarqueología derivada hoy en “paleoastronáutica” para explicar los presuntos vínculos de antiguas civilizaciones con visitantes del espacio exterior, una fantasía que tiene todavía muchos adeptos y pocas conclusiones plausibles.

En la década de los años 70, Edwin Krupp, Director del Observatorio Griffith (USA) retomó el término usado por Lockyer para definir esta disciplina con el nombre de “Arqueoastronomía” que ha quedado hasta el presente.
Más tarde, con la aparición de nuevos grupos de investigadores especializados, ampliaciones en las programaciones de estudio de la universidades y la publicación de un gran número de libros y revistas dedicadas al tema hicieron de la arqueoastronomía un campo novedoso y fascinante.

Actualmente la arqueoastronomía se puede definir como el estudio de los conocimientos, las interpretaciones y las prácticas de observación que las civilizaciones antiguas hacían en relación al cielo y sus objetos más destacados. Tales experiencias y procesos de abstracción han podido ser estudiados usando sus fuentes escritas y en otros casos aproximarse a través de las fuentes orales y/o monumentales dejados en todo el mundo.
Explicando más ampliamente diremos que el hombre antiguo miró el cielo buscando respuestas para su cotidiano vivir, seguramente le inquietaba saber su naturaleza así como entender su sincronizado movimiento. La constante rotación del Sol, la Luna y las estrellas lo habría fascinado y le habría dado las claves para su búsqueda de marcadores o periodificadores del tiempo para después usarlos en sus dos grandes descubrimientos: la agricultura y la ganadería. Así, habría descubierto una herramienta práctica: el calendario, que le habría dado las primeras explicaciones de los ciclos naturales (estaciones), los meses, los años, etc. para ser utilizados en sus actividades diarias.
Por otra parte, su incapacidad para alcanzarlo físicamente, de tocarlo y de no poder saber dónde es el límite de su cielo visible seguramente lo sumergió en nuevas disquisiciones mentales y existenciales hasta creer que allí existía un mundo divino e inalcanzable, tal vez así construyó su esquema religioso y filosófico. Así se habría iniciado esta vieja relación entre el mundo cotidiano y el insondable Universo que lo rodeaba.

La arqueoastronomía actual ya no registra solamente los alineamientos, los dispositivos construidos para uso astronómico, las fuentes escritas, etc. sino que ha ampliado su campo de estudio especialmente a la relación de la astronomía con la religión y la cosmología.
Es, como dijimos, interdisciplinaria, porque recurre a muchos otros campos del conocimiento para explicar mejor sus estudios. La arqueología, la antropología, la ingeniería, el arte prehistórico, la geografía, la etnología, el folclore, la mitología, la arquitectura, etc. serán las especialidades consultadas para validar cada descubrimiento.

Sin embargo, la arqueoastronomía también ha atravesado por momentos difíciles especialmente cuando algunos “audaces investigadores” han publicado descubrimientos de dudosa credibilidad y planteado hipótesis tan descabelladas que han terminado desprestigiando a esta nueva especialidad y enlodando a otros que sí trabajan con seriedad y honestidad.

Bibliografía:
Libros, revistas y artículos diversos encontrados en la red.
Artículos de Juan David Morales y Manuel Arturo Izquierdo (Colombia) en:
www.arqueoastronomia.org